miércoles, 27 de octubre de 2010

El sobretodo de otra España

El sobretodo de otra España

"Hay que sobreponerse, Elvira", decía mi abuelita Virtudes a su amiga Elvira que acababa de perder a su madre.
Sobreponerse es algo así como poner un sobretodo*, que aquí le llaman gabardina, encima del dolor y abrocharlo para que no se queje y estorbe.
Mi abuelita Virtudes no hacía más que sobreponerse. Se sobrepuso cuando era una niña de cinco años y su madre la llamó para que viera a su vecina muerta, y así nunca más tuviese miedo de la muerte. Se sobrepuso cuando llegó la guerra y tuvo que salir huyendo con mi madre recién nacida en brazos. Se sobrepuso cuando los milicianos se llevaron a mi abuelito para fusilarlo, y estaba sobrepuesta cuando se lo devolvieron vivo, gracias a un amigo republicano que juró que mi abuelito Andrés jamás se metió en política cuando estaba en la Universidad, a pesar de ser de una familia de la aristocracia.
Se sobrepuso cuando mi madre, esa niña de sus ojos, rubia, que recitaba poemas a la Virgen a los tres años, y a los veintiuno era una señorita con su carrera terminada y un libro de poemas recién publicado, se casó con un señor extranjero y comunista y cruzó el Atlántico.
Se sobrepuso cuando nos vió aparecer temblando, huyendo de los albores de otra dictadura para vivir en los declives de la otra.
Se había sobrepuesto cuando tenía diecisiete años y murió su padre . Cuando a pesar de ser Premio Nacional Esparza tuvo que quedarse en un pueblecito minero de provincias siendo maestra de una escuela unitaria, que era unitaria en todo.
Cuando tuvo sola a varias hijas porque mi abuelito se fue a consolar a las viudas y los huérfanos de la familia de Villa de Anís que eran muchísimos y todos de negro.
Estaba sobrepuesta cuando le clavó las uñas a la enfermera al dar a luz a tía Mariam que venía atravesada y tuvieron que sacarla con fórceps.
Se sobrepuso cuando perdió esa hija de meses por culpa del frío y desde entonces exageraba a la hora de abrigarse porque nunca hubo una gabardina que pudiera contener todo el dolor, toda la vida, y todo el corazón en esta España de franco* ni en ninguna, toda la inocencia machacada por los terribles ritos de la vida. Porque no había ningún paño de lágrimas que contuviera juntos la mantilla de encaje, el sudario y el vestido de novia. Porque su hermano se quedó en la otra España perdida para siempre y jamás volvió a verlo.
Estaba sobrepuesta cuando mamá compartía el pan con los pobres en la puerta. Cuando contrajo el ántrax y parecía que se moría. Cuando se clavó la fuente de porcelana, después de echar de la casa a ese moro de la Guardia de franco*. Y cuando mi abuelito después de ver fusilar a sus hermanos guardó una foto de mussolini* en el armario. Cuando se hicieron lingotes con las pulseras de pedida de las damas de España con los brazos desnudos.
El dolor es un lujo para desocupados. El hombre nuevo exige que el corazón se guarde en el bolsillo del sobretodo* de otra España. Que el mundo es espartano para tímidos y hay que nacer sabiendo. Y cuando pegan en las nalgas hay que escupirle a la enfermera las flemas a la cara. Con los pulmones limpios y las nalgas al rojo, se deja el llanto para pobres de espíritu. Que si te mueres es que estaba de Dios y no valías. Y el llanto es un capricho de poetas, de débiles no aptos para este mundo nuevo.
Estaba sobrepuesta y el llanto se le escapaba por la sangre.

* Los dictadores siempre con minúscula
* Es una especie de gabán que en el Río de la Plata se sobrepone al resto de la ropa.


Verónica Pedemonte Morillo-Velarde (Viaje circular de Venecia Gradiva, Beca a la creación literaria Junta de Extremadura 1999)

viernes, 22 de octubre de 2010

Machado, Antonio, poeta zen.

Cuando iniciamos la aventura de pensar distinto en aquel seminario sobre Filosofía oriental, quizá no podíamos imaginar que nuestro insigne (y modesto, todo un ejemplo) profesor nos iba a conducir por las amplias avenidas por donde pasea libremente el budismo zen. Y menos aún que íbamos a estudiar el Juan de Mairena analizando su relación con las filosofías orientales.

Un libro, había "iniciado" a mi profesor, "Budismo zen y Psicoanálisis" (Suzuki- Fromm). A partir de ahí fue descubrir a otro Machado, el del desprendimiento.

Son muchos los poemas que son representativos del espíritu zen de Antonio Machado, hoy publico Retrato, que no por muy conocido deja de ser revelador de su sentido de absolutra desposesión y de su amor por la Naturaleza.


RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.



ANTONIO MACHADO

viernes, 15 de octubre de 2010

El agua. Miguel Arteche

No importa cuantos idiomas hablemos , o creamos hablar, tres, cinco, diez, etc. Lo que importa es encontrar interlocutores válidos. Un día de mi adolescencia pregunté a mi padre con cuántos amigos había hablado el mismo idioma. Y él me dijo que con muy pocos, pero que un amigo del alma con el que había conectado casi al cien por cien había sido Miguel Arteche. Todavía recuerdo los divertidos relatos de mi padre sobre las ocurrencias de Ignacio Arteche que por entonces era un niño también como mi hermana y como yo.

Miguel Arteche, extraordinario poeta chileno. Aquí les dejo con uno de los poemas que en mi casa eran favoritos, lo escribo de memoria, así que me disculpo si hay algún pequeño olvido :


El agua


A media noche desperté.
Toda la casa navegaba.
Era la lluvia con la lluvia
de la postrera madrugada.
Toda la casa era silencio,
y eran silencio las montañas
de aquella noche. No se oía
sino caer el agua.

Me vi despierto a medianoche
buscando a tientas la ventana;
pero en la casa y sobre el mundo
no había hermanos, madre, nada.

Y hacia el espacio oscuro y frío
y frío el barco caminaba
conmigo. ¿Quién movía
todas las velas solitarias?

Nadie me dijo que saliera.
Nadie me dijo que me entrara,
y adentro, adentro de mí mismo
me retiré: toda la casa

Me vio en el tiempo que yo fui,
y en el seré la vi lejana,
y ya no pude reclinar
mi juventud sobre la almohada.

A medianoche me busqué
mientras la casa navegaba.
Y sobre el mundo no se oyó
sino caer el agua.


Miguel Arteche

martes, 12 de octubre de 2010

Museo británico

La princesa está triste.
(A la manera francesa)



Envuelto tu cuerpo, pintada tu piel,
tus ojos sellados con lápiz azul,
pequeña princesa del Valle del Nilo,
¿quién veló tus labios de noche cerrada?
¿quién bañó tu grácil cintura de hielo?
A ti que en las fiestas de lino y de seda
guerreros de ébano confiaban su alma.

¿Qué tendrá la princesa?

Tan leve y tan suave como ala de ibis
tu cuerpo en el suelo de un viejo museo.



Verónica Pedemonte


Museo británico

lunes, 11 de octubre de 2010

Última hora

Se disuelven las Antillas Holandesas. Vaya por dios, que lluvia de flamencos.


Curazao alivia su deuda.

No-cumpleaños de Fo y Saramago

Hoy, un día cualquiera de no-cumpleaños (pregunten a Alicia de Cuando Europa era el mundo, que hizo una escala en mi libro después de transitar por Lewis Carroll, Galeano y otros) me apetece conmemorar a dos escritores, Darío Fo y Saramago, que como una anécdota más (de la que nos alegramos muchísimo) a lo largo de su dilatada carrera, recibieron el Nobel de Literatura, en 1997 y 1998 respectivamente.

Darío Fo, autor de Muerte accidental de un anarquista o Los arcángeles no juegan a las máquinas de petaco, o ¿Hace daño el agua?,montaje teatral que es una sátira sobre los problemas que le están sucediendo a la Tierra. Cuyo fin según Fo es que la gente se ría, ya que, como dijo Molière: “Para que a la gente se le abra el cerebro no hay que dispararles flechas al cráneo, sino abrirles la boca, para que por ahí les entren las ideas y les lleguen hasta el cerebro”. "La provocación, la risa, es la razón de ser de la desgracia" .
Y ante la pregunta de un periodista de si "La responsabilidad final es del individuo? ¿Es cada persona culpable de lo que sucede?", contestó:
"Sí, pero el problema es que los políticos, los medios de comunicación, los banqueros y los empresarios lo que están haciendo constantemente es crear una sociedad adormecida, una humanidad atontada, que no quiere ninguna preocupación."

Y despùés de estas palabras de Darío Fo, les dejó con un poema precioso de José Saramago, en español y en portugués:



Se lavaron sus heridas en el agua del mar...

Se lavaron sus heridas en el agua del mar y ahora están sentados en la arena mientras los centinelas vigilan desde lo alto de las dunas.

Es éste el precio de la paz cuando el amanecer se acerca y el miedo de morir es ese más humano de no vivir bastante.

La penumbra que aún esconde las aguas huele a algas pisadas y a agallas y tiene el poder inesperado de hacer hinchar los músculos pobres.

Si apartásemos el casi inaudible batir de la ola podríamos decir que el silencio cierra todo el horizonte y enseguida es absoluto cuando el primer arco del
sol comienza a alzarse.

El mundo durante el minuto siguiente va a quedar rojo cereza y los hombres y las mujeres parecen flotar en el interior de un horno y son inmortales.

Distante creeríamos el año de 1993 y sin embargo aún es su tiempo.

Pero sueltas dispersas esperanzas sobreviven a los muertos interminables y a la sangre tanto que el sol encuentra en la playa una tribu que reposa entre dos
batallas.

Y no ya como tantas veces antes un rebaño de carneros fugitivos con llagas de vergüenza en el lugar de los cuernos arrancados.

Oh, elocuentemente diríamos, oh, si no fuera preferible que recorriéramos la playa manchada de sangre diciendo algunas y discretas palabras en voz baja
amigos míos.

Tanto más que desde el lado del mar se acerca volando el primer bando de gaviotas que desde hace mucho tiempo se ve en esta tierra ocupada.

Señal de que tal vez nos reconozca finalmente la vida y de que no todo se ha perdido en las humillaciones que consentimos algunas veces cómplices.

Están ahora sobre nosotros las gaviotas mirándonos desde lo alto y suspenden un poco sus cabezas para contemplarnos mejor y decidir quienes somos.

Entre tanto el sol ha salido completo de la madrugada mientras malheridos nos erguimos y los centinelas gritan porque el enemigo se acerca.

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Lavaram as feridas na água do mar e agora estão sentados na areia enquanto as sentinelas vigiam no alto das dunas.

É este o preço da paz quando o amanhecer vem perto e o medo de morrer é esse mais humano de não viver bastante.

A penumbra que ainda esconde as águas cheira a algas pisadas e a guelras e tem o poder inesperado de fazer inchar os músculos pobres.

Se afastássemos o quase inaudível bater da onda poderíamos dizer que o silêncio fecha todo o horizonte e logo é absurdo quando o primeiro arco do sol começa
a erguer-se.

O mundo durante o minuto seguinte vai ficar rubro cereja e os homens e as mulheres parecem flutuar no interior de um forno e são imortais.

Distante julgaríamos o ano de 1993 e contudo é tempo dele ainda.

Mas soltas esparsas esperanças sobrevivem aos mortos intermináveis e ao sangue tanto que este sol encontra na praia uma tribo que repousa entre duas
batalhas.

E não já como tantas vezes antes um rebanho de carneiros fugitivos com chagas de vergonha no lugar dos cornos arrancados.

Ó eloqüentemente diríamos ó se não fosse preferível que percorrêssemos nós esta praia manchada de sangue dizendo algumas e discretas palavras em voz baixa
meus amigos.

Tanto mais que do lado do mar se aproxima voando o primeiro bando de gaivotas que desde há muito tempo é visto nesta terra ocupada.

Sinal de que talvez nos reconheça enfim a vida e de que nem tudo se perdeu nas abjecções que consentimos algumas vezes cúmplices.

Estão agora sobre nós as gaivotas pairando e deixam pender um pouco a cabeça para melhor nos fitarem e decidirem quem somos.

Entretanto o sol saiu inteiro da madrugada enquanto mal feridos nos erguemos e as sentinelas gritam a reunir porque o inimigo vem perto.



27 de O ano de 1993


JOSÉ SARAMAGO

viernes, 8 de octubre de 2010

Gate Gate Parasamgate Bodhi Svaha

Deja que tu corazón conozca
lo que ya conoce.
No le pongas obstáculos
al que ve sin mirar
conoce sin saber y va sin ir.
Es como ponerle cincha
a los cometas,
sujetar las estrellas fugaces,
guardar el sol en un refugio de luciérnagas,
o dominar el Amazonas.

Verónica Pedemonte

Tiempo de Agua (1997)

jueves, 7 de octubre de 2010

Zen

Díscípulo - ¿Qué es el zen?

Maestro - ¿Has hecho la colada?